A través de la mirada
se revelan los sentimientos de las personas.
Hoy en nuestra lectura
orante, nos vamos a acercar a tres miradas: Jesús, Teresa y Enrique.
¿Cómo miran ellos….?.
¿Qué efectos producen sus miradas sobre las personas y las situaciones?. Y, también,
vamos mirar hacia nosotros mismos y nuestras circunstancias.
Desde el comienzo de
la creación se nos habla de la mirada de Dios; que aprecia, ama, envuelve,
corrige, alienta…“Y vio Dios todo lo que
había hecho: y era muy bueno.”
(Génesis 1,31)
Canto: Dame Tus Ojos - Jesus Adrian Romero feat. Marcela
Gandara:
Los Evangelios nos
hablan varias veces sobre las miradas de Jesús: mira a las personas: pobres, ricas, pecadores,
sabios, pequeños… a la creación, a la ciudad de Jerusalén. Detrás de cada
mirada suya hay una vivencia y una experiencia que deja pozo.
Proponemos algunas
lecturas. Podemos acercarnos a todas o a algunas. Conviene hacer lo que San
Ignacio llama: “Composición de lugar”
(Se trata de situarnos en la escena descrita con todas sus
circunstancias y detalles) ante cada una de estas lecturas, para poderlas
gustar más profundamente.
- El joven rico: . Lc . 22, 61-62
Y Jesús “puso sus ojos en El y lo amó”
- Zaqueo: Lucas, 19,1,10. “Quería ver cómo era Jesús…Jesús levantó los ojos y le dijo, Zaqueo, baja rápido, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”
- El hijo pródigo. Lucas 15,11.32. “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión”
- La mujer pecadora. Juan 8, 1.11
- La ofrenda de la viuda; Lucas 21, 1-4. “Jesús miraba cómo los ricos echaban sus ofrendas para el Templo”
- Pedro niega a Jesús. Lucas 22, 54-62. “El Señor se volvió y fijó la mirada en Pedro”
- Jesús resucitado se presenta a sus discípulos. Lucas. 24; 36-39. “Miren mis manos y mis pies, soy yo”
Con su mirada Jesús descubre el amor, la
rectitud y la bondad que oculta todo ser humano.
· * Observa cómo mira a la
prostituta, que diferencia de mirada la de Él y la de los rigurosos y leguleyos
escribas y fariseos. Qué consecuencias tiene la mirada de ellos y la de Jesús
sobre esta mujer.
· * Mira ahora al ladrón
que crucificado con Jesús. Este hombre supo mirar y se encontró con la mirada
salvadora de Jesús. Hizo el mejor robo de su carrera: El Paraíso: “desde hoy
estarás conmigo en el paraíso".
· *
Mira cómo ve a Zaqueo,
y su mirada transforma, convierte…
· * Pero cuando Jesús ve
el mal, lo llama por su nombre de modo inequívoco: sepulcros blanqueados… Raza
de víboras, ponen fardos pesados sobre los demás…
· * Y además nuestra
mirada en las llagas de sus manos y sus pies, anima, fortifica, pacifica.
Ahora pide a Jesús que te mire, haz silencio
en ti, y déjate mirar….
Pídele que su mirada te transforme, fortifique y dé paz. Que Él te preste su mirada para ver las cosas y la realidad desde Él, para saber discernir. Para mirar con su compasión y su ternura, todas aquellas realidades humanas signadas por la ignorancia y las dolorosas experiencias.
Mira
a tu alrededor: familia, amigos, trabajo, mi región, mi país…¿qué me
dicen estas realidades desde la mirada de Jesús… a qué me llaman?.
COMO MIRA TERESA SU REALIDAD:
Se encuentra Teresa en
el convento de San José, su primera fundación y mira a sus compañeras: “almas de ángeles” y se expresa con estas
consideraciones: (Fundaciones 1,6)
Estaba
esta miserable (ella misma) entre almas de ángeles −no me parecían otra cosa−;
ninguna falta me encubrían, aunque fuese interior, y las mercedes y grandes
deseos y desasimiento que el Señor les daba eran grandísimos. Su consuelo era
su soledad, y así me aseguraban que nunca se cansaban de estar solas… la que
podía estar más tiempo en una ermita se tenía por más dichosa. Consideraba yo
el gran valor de estas almas y el ánimo −poco frecuente en mujeres− que Dios
les daba para padecer y servirle; muchas veces me parecía que las riquezas que
el Señor ponía en ellas eran para un gran fin….Pero mis deseos, mientras más
pasaba el tiempo, eran cada vez mayores de que esto tuviera parte en el bien de
alguna alma; que todos pudieran gozar de él, y me parecía tener las manos
atadas para repartirlo…. Y quien trataba con ellas, siempre se edificaba, y en
esto concentraba yo mis grandes deseos.
Así mira Teresa a sus amigas y
compañeras de san José, y a través de ellas, también mira al mundo: “muchas veces me parecía que las riquezas
que el Señor ponía en ellas eran para un gran fin”.
Jesús le concede su mirada a Teresa
Después de cuatro años −tal vez algo más− me vino a ver un fraile
franciscano llamado fray Alonso Maldonado,…. Comenzó a contarme de los muchos
millones de almas que allí se perdían por falta de doctrina…. Yo quedé tan
apenada porque se perdían tantas almas, que no cabía en mí….. Me parece que
vale más ganar un alma por nuestro empeño y oración, y mediante su
misericordia, que todos los servicios que le podamos hacer.
Mientras estaba yo con esa pena tan grande, una noche, estando en oración,
se me representó nuestro Señor de la manera habitual, y mostrándome mucho amor,
como para quererme consolar, me dijo: “Espera un poco, hija, y verás
grandes cosas”.
La mirada
de Teresa atraviesa la realidad de las personas, las mira como Dios mismo lo
hace, pero no se queda allí, sino que trasciende esa realidad, sacando lo
mejor, y la dirige al mundo sufriente,
carente de Dios, para enriquecerlo.
COMO MIRA TERESA A JESUS. (Vida
37,5)
Comencé a tener mucho mayor amor y confianza a este Señor al verle como a alguien con quien tenía
conversación continua. Veía que,
aunque era Dios, era Hombre que no se espanta de las flaquezas de los hombres,
que entiende nuestra miserable constitución, sujeta a muchas caídas por el
primer pecado que Él había venido a reparar. Puedo tratarlo como a un amigo,
aunque es el Señor…
Estamos ante una Teresa transformada, Su mirada es divina y no se contenta
más que con Dios. Leamos esta poesía de ella. No es un menosprecio a la vida,
de ninguna manera, es aprecio a la Vida verdadera en Dios de la que ya está
enamorada. Sabe que desde Él puede hacer aún mayor bien.
Véante mis ojos, dulce Jesús bueno;
véante mis ojos, muérame yo luego.
Vea quién quisiere rosas y jazmines,
que si yo te viere, veré mil jardines,
flor de serafines; Jesús Nazareno,
véante mis ojos, muérame yo luego.
No quiero contento, mi Jesús ausente,
que todo es tormento a quien esto siente;
sólo me sustente su amor y deseo;
Véante mis ojos, dulce Jesús bueno;
véante mis ojos, muérame yo luego.
Siéntome cautiva sin tal compañía,
muerte es la que vivo sin Vos, Vida mía,
cuándo será el día que alcéis mi destierro,
véante mis ojos, muérame yo luego.
Dulce Jesús mío, aquí estáis presente,
las tinieblas huyen, Luz resplandeciente,
oh, Sol refulgente, Jesús Nazareno,
véante mis ojos, muérame yo luego.
¿Quién te habrá ocultado bajo pan y vino?
¿Quién te ha disfrazado, oh, Dueño divino?
¡Ay que amor tan fino se encierra en mi pecho!
véante mis ojos,
muérame yo luego.
Cómo mira Jesús a Teresa: (Vida
37,6-7)
¡Oh, Señor mío!, ¡oh,
Rey mío! ¡Quién supiera ahora representar la majestad que tenéis! Es imposible
dejar de ver que sois Emperador en Vos mismo, porque asombra mirar esa majestad; pero más asombra,
Señor mío, mirar junto con ella
vuestra humildad y el amor que mostráis a una como yo. Se puede tratar y hablar
de todo con Vos como quisiéremos, una vez pasado el primer asombro y temor al
ver Vuestra Majestad; después queda mayor el temor para no ofenderos, pero no
por miedo del castigo, Señor mío, porque éste no sería nada en comparación con
perderos a Vos.
He aquí los provechos
de esta visión, además de otros grandes que deja en el alma.
La mirada de Jesús en Teresa la llena de asombro ante la gran majestad y
señorío, pero también admira: “la humildad y
el amor que mostráis a una como yo”.
En Las Moradas VII, 4,17 Teresa nos dirá con atinado realismo: “El Señor no mira tanto las grandezas de las obras, sino el amor con que se
hacen…” Y, “ no queráis aprovechar a
todo el mundo, sino a los que están en vuestra compañía… (a nuestro lado).
Pues “algunas veces nos pone el demonio (o nuestra imaginación) deseos
grandes para que no echemos mano de lo que tenemos a mano para servir a Nuestro
Señor en cosas posibles, y quedemos contentos con haber deseado las imposibles”.
Y por último, estas dos miradas, las de Jesús y Teresa se funden en una,
de tal manera, que Él le manifiesta: “Mirarás mi
honra como verdadera esposa mía; mi honra es tu honra y la tuya mía” (II CC 3,
7,68)
¿Me dejo mirar por Jesús?... Cómo
miro a las personas que conviven día a día conmigo…Cómo miro la realidad que me
rodea…?
Ponte en silencio ante Él y dile que
te mire…solamente eso.
La experiencia
fundamental de su vida la vive a los 14 años. “Ver a Jesús”, transforma su
vida, y además es María quien se lo muestra:
“Desperté como de un sueño… hallé mi
vocación…y al mostrarme a Jesús -se lo
está recordando a la Virgen-. Y al verlo
tan agraciado y hermoso dije: seré siempre de Jesús, su ministro, su apóstol,
su misionero de paz y amor. A vuestras plantas (las de María) resolví ser
ministro de Jesucristo, sacerdote eternamente” (Tres
Florecillas… en EEO III pag 194.196).
“El Espíritu Santo que introdujo a Enrique de Ossó en el misterio de
Cristo, crea también en él, una especial sensibilidad para leer los signos de los tiempos y responder a determinadas urgencias
de la Iglesia y de la sociedad – significa por tanto que mira la realidad desde
Jesús –.
Su configuración con Jesús, le capacita para mirar al mundo con amor. Mira
la España de su tiempo y se interesa por Europa y por el mundo entero. Quiere
interpretar los signos de su tiempo desde el Evangelio y descubrir las
realidades más necesitadas de salvación. Contempla
la sociedad y se da cuenta que es necesario regenerarla.
Se fija tanto en hombres y mujeres heridos en lo más personal. La propia
dignidad no descubierta o no reconocida por las instituciones, por los grupos
políticos, por las leyes. Y en esos momentos de corrientes racionalistas, y
corrientes seudocientíficas, se
desprecia o se desconoce lo que es esencial en la persona, la realidad de hijos
de Dios”. MELCHOR, Carmen: Volver a las fuentes. Barcelona 2001 pag
481-482.
Enrique es también maestro de oración, se acostumbró a mirar a Jesús en su palabra, y en los
acontecimientos de la vida, y de tal
manera que propone para sí y sus amigos: pensar,
sentir y amar como Cristo Jesús. Ello supone profundizar la mirada, hacerla
contemplativa, mirar con amor, bucear dentro del Corazón de Cristo y desde allí
discernir la realidad. Un ejemplo de esto en su propia vida, lo encontramos
cuando es condenado injustamente. ¿Qué hace Enrique?: se sumerge totalmente en
los sentimientos de Jesús ante los jueces – se mira a sí mismo desde allí- y
deja que su propia historia también se convierta en historia de salvación,
viviendo los acontecimientos a la luz que esta mirada profunda despierta. Esta
es una extraordinaria pedagogía de vida: mirar
a Jesús, su modo de proceder, honda, largamente, dando tiempo al Espíritu
para que moldee en nosotros esas mismas actitudes.
En la carta a una hermana le dice lo siguiente: “Mira más alto. ¿No sabes que todas las cosas las dispone el Señor para bien de
los que le aman” (Enrique de Ossó: Cartas Num 393).
Así vive Enrique las dificultades:
mirándolas desde lo alto. No escondiéndose o desdibujándolas, sino
enfrentándolas con las actitudes y sentimientos de Jesús. Ello supone, “mirar” a Jesús muchas veces en su
Palabra, en la Eucaristía, de modo, que como nos dice la Santa, “se nos vaya
pegando su condición”, es decir su manera de ser y ver.
Termina agradeciendo a Dios, todas las luces que te ha regalado a través de la contemplación de su mirada, y agradece también cómo Teresa y Enrique, seducidos por la mirada de Jesús pudieron verse a sí mismos, a los demás y las situaciones que les rodearon, con una mirada cristificada.
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